Fui la cosecha de una siembra escasa.
Vi pasar los días diciéndoles ¡Adiós muy buenas!
Carecí de mí.
Demasiado tiempo.
Lloré,
sin saber que que tras la cortina estaba el gato,
en silencio, con los ojos brillantes como dos lunas.
Encontré caminos gracias al error, gracias
a callar como una cabrona.
Llegué a la mierda pero me volví.
Ahora escribo poemas para pomos.
Poemas que
cierran. Y encierran.
Y,
abren:
lo más extraño que existe
entre mis vecinas costillas.
Y sigo viendo llorar al silencio.
Me siguen pareciendo bonitas las farolas.
Y sigo cogiendo por los bordillos
de la acera los días mojados...
Porque ahora sé que si resbalo,
fue mi elección.
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